Armando M. Pérez de Nucci
Doctor en Medicina y Filosofía, Historiador
Siempre he sostenido que la Revolución de Mayo se salvó y se mantuvo por las acciones del Noroeste argentino. Las batallas de Tucumán y Salta pusieron un cerrojo a las aspiraciones realistas en esta zona y el antemuro de seguridad estuvo en tierras salteñas, mediante la acción de Martín Miguel de Güemes y sus hombres. Hay quienes no están de acuerdo con esta aseveración, pero el terreno en que nos movemos los historiadores de la Medicina y otras especialidades de la disciplina nos permite analizar. conjeturar -hasta discutir si se quiere- con quienes no piensan de la misma manera. En este comentario quisiera destacar que hay tres figuras con las que nunca podremos estar en desacuerdo: los generales San Martín, Belgrano y Güemes, a quienes nuestro país debe el agradecimiento por sus acciones, su estrategia y su habilidad militar, que hicieron conservar el Noroeste en manos patriotas hasta el cese de las hostilidades y que permitieron ver el nacimiento de una nueva y gloriosa Nación.
La región del NOA hacia comienzos del siglo XIX carecía, en el aspecto médico, de las más elementales provisiones y recursos. Es ya conocido que provincias como Tucumán y Salta debían realizar ingentes esfuerzos para cubrir el cargo de médico titular de la ciudad y la prestación de servicios en los hospitales, cuando estos existían mas allá de los papeles.
Los primeros 25 años del siglo XIX marcarían para nuestras provincias una serie de retrasos, postergaciones y situaciones de necesidad debidas principalmente a la denominada economía de guerra. Es este justamente uno de los puntos de partida que tomé para el estudio de la medicina regional. porque pensamos que el retraso visualizado en los sistemas y desarrollo sanitarios del NOA tiene aquí su explicación.
La relación economía-salud jugó un papel preponderante en el desarrollo de una política sanitaria que, en la mayoría de los casos, fue totalmente inadecuada para las necesidades de la gente y plagada de desaciertos, surgidos de la falta de efectivo para la tarea específica o de malversaciones consideradas necesarias en el momento. El caso de los hospitales de Tucumán es un dato paradigmático: durante casi 200 años se recaudaron fondos para su erección y sistemáticamente los mismos fueron desviados a otros destinos, por las urgencias que la realidad marcaba a los gobiernos de turno.
Lamentablemente, esta situación también existía en Salta, provincia que actuaba como antemural de seguridad, gracias a la acción de Güemes, pero esta provincia estaba agobiada por los “impuestos de guerra”, especialmente la clase alta, sobre la que recaía el peso más grande de los aportes, no queriendo minimizar ni hasta el más pequeño de los aportes, como donar aguardiente, pasas de uva e higo y vituallas necesarias que, a pesar de su exigüidad, eran de extrema utilidad para las tropas patriotas.
Del accionar de Güemes en el NOA, manifiesta Reynaldo Pastor que la campaña defensiva de Güemes que voy a describir, es en mi concepto un modelo en su género como plan estratégico y como ejecución consumada. No falló en ella una sola previsión; no hubo que lamentar un solo descuido y todas aquellas milicias movidas y electrizadas por el jefe de la provincia invadida obedecieron directamente a una sola voz, con la regularidad del ejército veterano más prolijamente preparado para las operaciones estratégicas de una guerra estrictamente campal. Si exceptuamos la famosa campaña de San Martín sobre Chile, las mayores luces de la escena y la imponente solemnidad de las batallas que le dan tantos prestigios, no hay entre las guerras de nuestra revolución ninguna otra que, como la de Güemes en Salta, ofrezca un modelo más acabado de regularidad en el plan y en los resultados… La suya fue una proeza de hondo sentido histórico y de gran repercusión bélica, en la que se destaca con nítidos perfiles el estoicismo y la inspiración sublime con que el “Centinela de la Patria” sostuvo su denodada lucha, sin declinación alguna, desde 1814 hasta 1821.
Consejos médicos
En este contexto, Güemes y Belgrano intercambiaban conocimientos y consejos médicos para tratar sus propias enfermedades y también recetas. San Martín hacía otro tanto. Los Generales no solamente debían conducir sus tropas a la victoria sino además tener los recursos intelectuales y materiales necesarios para no perder hombres a través de la enfermedad. Esa es parte de la historia que muchas veces los libros oficiales no cuentan de la realidad del noroeste argentino durante la Guerra de la Independencia:
Sin vestuarios, sin sueldos y sin otra recompensa que el ejercicio de sus propias virtudes, han tenido estos heroicos campeones que empeñarse en una guerra prolija y continuada, teniendo el placer, el honor y la gloria de haber amurallado con sus pechos la puerta de esta provincia para que sus hermanos gocen de tranquilidad y del adelantamiento en sus intereses… como lo exponía un Oficio del Cabildo de Salta a los otros cabildos de la Unión en enero de 1818
Güemes sería herido el 7 de junio de 1821. Un proyectil le perfora el abdomen, entrando cerca de la nalga izquierda del prócer y, siguiendo una trayectoria ascendente leve, sale por la región inguinal derecha. La pelvis es una zona que contiene elementos importantes de la anatomía humana , entre ellas el colon (intestino grueso) terminal, que en la supuesta trayectoria del proyectil se denomina sigmoide, y además se pudo lesionar la vejiga y los conductos urinarios, además de la próstata, pudiendo interesar también en su recorrido al intestino delgado y a la porción inicial del grueso, denominado ciego. Todo ello configura una afección compleja y mortal que no podía solucionar la cirugía de la época.
Por la evolución de su cuadro y el relato de algunos síntomas mencionados por el Dr. Castellanos en el informe médico del padecimiento de Güemes, tiendo a pensar que la lesión derivó a lo que denominamos una peritonitis fecal, es decir una infección del peritoneo, que es la cubierta interna del abdomen, contaminado por las bacterias intestinales. Un cuadro muy severo inclusive en nuestros días y mucho más frente a la rudimentaria medicina que padecía el NOA en aquellos años. Los diagnósticos mencionados, tales como “ gangrena” o “ tétanos”, si bien no pueden ser descartados, son difíciles de comprobar retrospectivamente y, en el contexto de una vida gloriosa dedicada a la Patria, pasan a un segundo plano.
Güemes muere el 17 de junio de 1821 a los 35 años y junto con él un ciclo de la historia de Salta y de la Independencia Argentina. Tres años después, otro sería el escenario de nuestro país.